Contrapuesta - Primera temporada


Contrapuesta - Segunda Temporada

¿Por qué necesitamos política?

domingo, 10 de mayo de 2009

Para prevenir esto.. El Analfabeto Político “El peor analfabeto es el analfabeto político. él no escucha, no habla, ni participa de los acontecimientos políticos, él no sabe que el costo de la vida, el precio de los porotos, del pescado, de la harina, del arriendo, del zapato, del remedio, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece e infla el pecho diciendo que odia la política, no sabe el muy imbécil que de su ignorancia política nacen la prostituta, el menor abandonado, el asaltante, y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, lacayo de las grandes empresas nacionales y multinacionales" Bertolt Brecht. El hambre, plaga de nuestros países, epidemia trágica. Esa incomodidad es apenas un leve síntoma de ese malestar que causa la injusticia extrema de una tragedia invisible, que sin grandes alharacas se incuba en una sociedad indiferente e inmersa en luchas ambiciosas, políticas y sociales, de espalda a la vida. La vida de esos niños. Tanto días conmemorativos y formales que reivindican los derechos de los niños, de las mujeres, del agua, de los bosques, de los perros, de los gatos, de los veteranos de guerra, de la tierra, del delfín y de San Quintín, y al final de cuentas la gente se sigue muriendo de hambre a la vuelta de la esquina. Los niños mueren por hambre. Ni hablemos de educación.. Los niños, pese al negocio que son, siguen siendo invisibles. Porque no me refiero a los que consumen Nickelodeon, Cartoon Network o Disney Channel, pasean en Temaiken, veranean en campamentos o estimulan su sentido musical con Mozart para niños. Me refiero a esa masa amorfa y sin cara de niños pobres, pero pobres de verdad, de esos que hablan en los informes sobre pobreza de la CEPAL y la UNICEF. De los que no comen todos los días, los que acompañan a sus padres a pedir monedas en el tren subterráneo en vez de ir a la escuela, los que mueren por enfermedades prevenibles o tienen retardo en su desarrollo motriz o mental a causa de la desnutrición. Los niños miserables, indigentes; pobres extremos, si queremos ser elegantes. En el 2002 dos de cada cinco personas indigentes en América Latina eran niños; 41 millones entre las edades de 0 y 12 años y otros 15 millones entre los 13 y 19 años. 56 millones de esto!!: Colombia es uno de los países que concentra el mayor porcentaje de pobres extremos o indigentes de América Latina, con el 12% del total. Solo lo superan Brasil y México. En la Argentina, ese otro país que me trasnocha, los indigentes son el 9% del total de la población. De esa cantidad, la pobreza infantil es el 40%, en el segundo semestre de 2006, 4 de cada 10 niños eran pobres o indigentes. Entre los 0 y 13 años sumaban 4′100.000 niños que comían mal a muy mal, que en su mayoría no estudiaban y, lo peor, que estaban perdiendo su infancia preocupados por asuntos que deben ser solo de adultos. Estadísticas que todos seguramente leemos con tristeza, aunque las crucemos con indiferencia en las calles. ¿A qué sometemos a esos pequeños cuya existencia nos garantizan el futuro como especie?. Y lo pongo así, porque ni siquiera por esa tendencia instintiva a la supervivencia que caracteriza a cualquier especie animal, ni así, los niños se han convertido en prioridad para los adultos, todos nosotros, los que nos encargamos de su presente. En América Latina sometemos a 132 millones de niños entre 5 y 14 años a trabajar la tierra en condiciones insalubres y riesgosas. Según un informe de la FAO, el programa de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, a los niños se les obliga a trabajar por su propia supervivencia. En el artículo “Flagelo mundial: niños como peones agrícolas” de voltairenet.org se destaca que pese a que no existen cifras oficiales sobre el número exacto, se calcula de manera conservadora que representan una tercera parte de “la empleomanía total de la esfera productiva.”. Tenemos la obligación de no ser indiferentes. De mostrar y llamar la atención sobre la discriminación y la marginalidad. Darle un sentido más allá del sustento diario al trabajo y a las acciones diarias que realizamos. Que esas fechas simbólicas den visibilidad, muestren la dimensión del lento desangre humano que se palpa en esas caritas.

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